Samuel Furfari (mayo de 2025).
En una semana, una sucesión de acontecimientos ha puesto de manifiesto la dura realidad de la ciencia y la economía y, por ende, el fracaso de las políticas verdes. Es alentador. Pero aún quedan muchos políticos que deberían tener el valor de expresarse como lo ha hecho Tony Blair.
Las recientes declaraciones de Tony Blair, en las que califica las políticas climáticas de «irracionales» y condenadas al fracaso, marcan un punto de inflexión significativo en el debate energético. El ex primer ministro británico ha puesto de relieve una dura realidad: exigir a la población que acepte sacrificios económicos y cambios en su modo de vida, cuando el impacto global de estas exigencias es insignificante, no solo es ineficaz, sino que también es profundamente injusto para la población, ya afectada por el aumento de los costes energéticos y el estancamiento económico.
Blair explica que incluso una descarbonización total de la economía británica solo reduciría las emisiones mundiales en un 2 %. En Bélgica, solo sería un 0,3 %… Estas cifras demuestran la ineficacia de los enfoques aislados en un contexto global dominado por las emisiones asiáticas.
Sería deseable que Raoul Hedebouw y Paul Magnette también expresaran una opinión similar, en lugar de apoyar a personas que se benefician de subvenciones procedentes de fondos públicos.
Otros también denuncian esta deriva; el grupo petrolero BP es un excelente ejemplo. Los accionistas tomaron una decisión radical al pedir a la directora de estrategia sostenible, Giulia Chierchia, que abandonara el grupo. Su puesto ha sido eliminado por completo. BP, que había adoptado el eslogan utópico «Beyond Petroleum» (Más allá del petróleo), aunque mantuvo sus siglas, reconoce que el desarrollo sostenible es un principio vacío que solo penaliza a la economía. La Comisión Europea haría bien en hacer lo mismo. Incluso podría suprimir toda la dirección general de «clima».
España nos acaba de mostrar, sin lugar a dudas, los peligros del sueño de la transición energética.
Esperábamos el apagón, y ha llegado…
La España antinuclear, seducida por las promesas de las energías renovables, ha invertido masivamente en energía solar y eólica. Estas fuentes de energía, debido a su intermitencia, han debilitado la red eléctrica nacional y, más allá de ella, ya que Portugal y Francia también se han visto afectados. La estabilidad de una red está garantizada por la inercia de las grandes masas giratorias que son las turbinas y los alternadores de las centrales térmicas y nucleares. Las energías renovables, intermitentes y variables, no pueden garantizar esta inercia tan esencial para los sistemas eléctricos.
Con una baja penetración en el mix energético, las energías renovables no suponen ningún problema para la red, ya que se benefician de la inercia de los equipos convencionales, que son mayoritarios en la producción. Sin embargo, cuando su cuota supera el 30-40 %, los riesgos de inestabilidad se vuelven muy importantes. Durante el apagón del 28 de abril, ¡representaban el 75 %! Estas decisiones energéticas han provocado un aumento significativo de los precios de la electricidad, ya que ha sido necesario evacuar a precios negativos la elevada producción solar que no encontraba comprador.
Este modelo, alabado como un ejemplo a seguir (las autoridades se jactaban el 22 de abril de producir el 100 % de la electricidad a partir de energías renovables), está resultando ser un fracaso técnico y económico rotundo. Seguirá siendo el ejemplo que todos los estudiantes de ingeniería deberán estudiar.
La Energiewende hace trampa
A diferencia de los países asiáticos, que se abstendrán de copiar a España, la Alemania antinuclear no aprenderá nada del apagón español, ya que el nuevo Gobierno, aunque dirigido por un canciller de un partido supuestamente de derecha, tiene la intención de continuar con la política ecologista de la Energiewende. Sin embargo, a pesar de sus ambiciones, el Gobierno se enfrenta a la dura realidad de tener que reconocer, aunque sin hacer alarde de ello, que no puede reducir sus emisiones de CO₂. El nuevo acuerdo gubernamental, aunque mantiene el objetivo irrealizable de la neutralidad en carbono para 2045, prevé ahora compensar las emisiones mediante la compra de créditos de carbono en el extranjero, donde es más fácil y menos costoso reducir las emisiones.
Bélgica pasa página
Ante estos fracasos, Bélgica destaca positivamente por una decisión histórica: la derogación de la ley de 2003, impuesta por Olivier Deleuze y Guy Verhofstadt, que condenaba la energía nuclear. El 15 de mayo, el Gobierno belga pondrá fin a esta prohibición, iniciando el renacimiento de la energía nuclear en el país. Esta decisión constituye una señal fuerte y saludable: demuestra que es posible conciliar la seguridad energética y la competitividad económica. A diferencia de Alemania y España, Bélgica, liberada de la izquierda, ha comprendido que la energía nuclear es una solución indispensable para garantizar una energía estable y descarbonizada. Recordemos que Paul Magnette, en noviembre de 2021, declaró en las columnas de L’Echo: «El debate está cerrado, vamos a cerrar los siete reactores». Estaba en sintonía con su compañero socialista Pedro Sánchez. Si hubiera permanecido en el poder, también nosotros habríamos corrido el riesgo de un apagón.
El acuerdo con Ucrania: una lección para la UE
En este contexto, el anuncio de un acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania sobre los recursos naturales corona una semana de decisiones estratégicas que ponen de manifiesto las deficiencias de la política europea. Este acuerdo, firmado en el centésimo día de la administración Trump, no se refiere a las tierras raras, poco presentes en Ucrania, sino a una amplia gama de recursos naturales, en particular el gas natural, el manganeso, el titanio y el grafito. Garantiza a Ucrania inversiones cruciales para su desarrollo, al tiempo que permite a Estados Unidos asegurar el suministro fuera de la esfera de influencia china. La UE, que lleva años negociando con Ucrania, no pensó en proponer un acuerdo de este tipo, ya que no tenía en mente el crecimiento económico, sino la descarbonización. Ahora se ve humillada por este acuerdo. Mientras se obstina en promover las turbinas eólicas y los paneles solares en Ucrania —y, colmo de la estupidez, incluso el hidrógeno—, ahora va a comprar materiales críticos producidos en Ucrania por empresas estadounidenses. No hay duda de que las implacables leyes científicas y la cruda realidad económica pondrán fin a veinticinco años de inversiones perdidas. Harían falta muchos más políticos como Don Quijote para luchar contra los aerogeneradores y otras utopías verdes.
Artículo originalmente publicado en Climato-Réalistes
El Dr. Samuel Furfari obtuvo un doctorado en Estudios Energéticos por la Universidad Libre de Bruselas en 1982. Desde entonces hasta 2018, ocupó el cargo de alto funcionario en materia de política energética en la Dirección General de Energía de la Comisión Europea, donde fue pionero en la orientación estratégica de la política energética de la UE. Paralelamente, fue profesor de Política Energética y Geopolítica en la Universidad Libre de Bruselas y actualmente imparte clases en la ESCP Business School de Londres. Es Caballero de la Orden del Mérito de Polonia. Es autor de numerosos artículos y de 18 libros, el más reciente de los cuales es «Energy Insecurity – The Organized Destruction of European Competitiveness» (La inseguridad energética: la destrucción organizada de la competitividad europea). Recientemente ha publicado una crítica del informe Draghi sobre el futuro energético de Europa.